Soy dietista-nutricionista, pero yo también tuve que pasar por mi propio proceso de cambio de hábitos alimentarios igual que tú.
Sí, lo has leído bien en el título, por dónde tu has pasado o, quieres pasar, he pasado yo también. Mis hábitos alimentarios también tienen su propia historia por lo que, aunque cada uno tiene su historia, objetivo y recursos, en mayor o menor grado, puedo llegar a entender muchas de las situaciones por las que han pasado muchos de mis pacientes/clientes que vienen a consulta.
Como todos, yo también tuve una infancia y adolescencia donde tanto en el cole como a nivel social, el ambiente obesogénico era más o menos el mismo que ahora: ultraprocesados en cada esquina: meriendas de donuts con los amigos en el parque, chuches durante las sesiones de cine, cenas de «low cost» de » fastfood», etc.
Por otro lado, en mi casa tanto mis padres como mi abuela siempre me han ofrecido una alimentación bastante saludable; pero mi relación con las verduras no era la misma que ahora. Si os soy completamente sincera, empecé por comer 1 judía verde con casi media barra de pan porque no podía con el sabor; en la siguiente comida 2, y así hasta que con el paso de los meses me las comía tan a gusto con un chorrito de aceite y vinagre. Pobre de mi madre (pienso ahora), ¡qué paciencia!
No fue hasta los 14-15 años donde en una analítica rutinaria me salió anemia. Mi médico me dijo que tenía que comer muchos alimentos ricos en hierro (a mi me sonaba todo a chino) y me recetó un suplemento. Cuando en su momento busqué en señor Google «alimentos ricos en hierro» y me apareció: ternera, hígado, sesos, caballo, mejillones, berberechos, lentejas, etc; casi me da algo. Aquí fue donde empezó mi relación con el mundo de la nutrición y la dietética. Por supuesto, no comí sesos en mi vida, descubrí opciones más vegetales y dejé el suplemento porque me estreñía. Un año después, mi analítica estaba perfecta. Fue el día que decidí a qué me iba a dedicar «de mayor».
A partir de los 18 años que coincidió cuando me fui de casa, fue donde empezó uno de los cambios más grandes. Dentro de mi presupuesto semanal empecé a priorizar por los «jueves universitarios» (sí lo admito, en una ciudad nueva pensé que era la mejor manera de conocer gente y más en concreto a mis nuevos compañeros de uni), y por tanto en mi compra semanal empezó a reducirse el consumo de carnes y pescados. No fue de un día a otro radicalmente, sino en cuestión de 1 año más o menos, aunque no fue hasta hace 4 años que llegué a Barcelona donde retiré casi al completo el aporte de pescado en mi menú semanal.
Durante estos casi 10 años mi alimentación ha ido cambiando y mejorando (y lo sigue haciendo). Hay decisiones alimentarias (como la de no consumir carne) que han sido a veces (y sé que no negativamente) cuestionadas a nivel social y familiar por falta de información (y educación alimentaria). Pero eso no significa que a mi no me haya costado enfrentarlas en algunos momentos.
Hoy en día no llevo una alimentación perfecta, ni la quiero. Sé lo que me gusta, sé (dentro de mi contexto) lo que es saludable para mi, pero no me privo de un postre (con todo su azúcar) si en algún momento se me presenta la ocasión y me apetece comérmelo. De eso se trata llevar unos hábitos alimentarios saludables: de saber en función de tu contexto que es lo más saludable y equilibrado para ti y que además sea algo que disfrutes, pero también que tengas una buena relación en general con la comida. Sin auto-restricciones ni auto-prohibiciones. Esta es la filosofía que aplico en la consulta.
No digo que sea fácil porque no lo es. Ni digo que vaya a salir a la primera porque se trata de reeducar una conducta y unas elecciones que llevas haciendo durante toda tu vida. Pero, des de que nacemos hasta que morimos comemos un mínimo de 2-3 veces diarias, ¿de verdad no te interesa poder aprender a hacerlo lo mejor posible?
¡Gracias por estar ahí y leerme!